Estoy algo tristona hoy. Miraba esta mañana el calendario, y me he dado cuenta de que no queda nada para que acabe el curso.
Un poquito más de un mes, y se habrá acabado.
Y coincidiendo en las mismas fechas: las temidas oposiciones.
Y claro, se mezclan muchos sentimientos encontrados: estrés, nervios, tristeza por el fin de esta etapa, ilusión por volver a estar con mi niño todos los días, volver a disfrutar de mi familia y amigos, la alegría por las vacaciones, cierta frustración por todas las cosas que se me han quedado en el tintero y no he podido hacer...
Y entonces pienso: qué curioso... Recuerdo perfectamente el 9 de Septiembre de 2010 cuando salí del Servicio Provincial con una maleta con algo de material, un cepillo de dientes, una muda de ropa y todo el dolor del corazón por tener que marcharme. No recuerdo cómo llegué bien a mi destino, pues me pegué todo el viaje llorando a moco tendido por tener que abandonar a lo que más quería: mi hijo y mi marido.
Llegué a este pueblo, lo ví tan pequeño... Raquel (una mami del cole) me esperaba con su hija Naiara para enseñarme el pueblo, el cole y la que iba a ser mi casa.
Y sentí que no iba a aguantar un curso entero sin ver a mis chicos todos los días.
Pasaron los primeros meses con más pena que gloria, a pesar de que siempre me hicieron sentir muy bien, a pesar de que los niños eran todos encantadores...
Pero mi corazón estaba en Zaragoza.
Pasó el primer trimestre, y empecé a acostumbrarme a estar aquí. Empecé a disfrutar del entorno, de mi escaso tiempo libre, y de la experiencia que me había tocado vivir.
Y ahora... ahora me siento prácticamente igual de triste que aquel 9 de Septiembre.
Evidentemente, hay una gran diferencia... Entonces dejaba a mi familia para irme a un sitio desconocido, y ahora regreso a mi hogar. Así que esa parte, sí es diferente, y es lo único que me alivia, evidentemente.
Para todos los que sois maestros, sabéis que el vínculo que se crea con tus alumnos en un curso es grande. Pero los que hayáis trabajado en escuelas unitarias o rurales, con pocos alumnos, sabéis mejor que nadie, que el vínculo es mucho mayor.
Yo he aprendido a quererlos, a todos. A saber qué quieren decir con sólo mirarle la expresión de su cara. A saber cuándo tienen un día malo...
Los voy a echar muuuuuuchísimo de menos.
Han crecido mucho este año, física e intelectualmente. Han madurado, han aprendido, y yo he estado ahí para verlo. He sido testigo de primera línea de sus avances.
Son mis chicos.
Y qué decir de los papás. Han estado ahí, apoyándome, dándome ese abrazo de apoyo cuando me veían tristona. Han apoyado todas las actividades que he propuesto. Jamás me han puesto en entredicho ni han juzgado mi trabajo. Con algunos he tenido más roce que con otros, y me llevo su amistad, en mi corazón, en mis recuerdos...
Sí, lo sé... estoy moñica hoy, qué le voy a hacer? Hoy me toca...
Pero gracias... gracias... y gracias...
Y qué decir de los vecinos... la linda Patricia, siempre sonriendo, con su hija, Valentina, que es un sol de niña y será una sol de mujer, sin ningún tipo de duda.
Rosanna, Fermín...
Todos, todos... que no me quiero dejar a nadie.
En fin... gracias por leerme estos meses, gracias por ayudarme a integrarme y sobre todo por hacerme sonreír aun cuando mi corazón sólo quería llorar.
Disfrutaremos de este mes que queda, seguiremos aprendiendo, disfrutando y sobre todo viviendo juntos esta experiencia que nos ha regalado la vida.
GRACIAS CHICOS.
me ha dado penita hasta a mí....qué año más extraño y enriquecedor a pesar de las renuncias...
ResponderEliminarMe has recordado un poco a ese libro viejuno que leí cuando era adolescente de Cinco Panes de Cebada por cierto...
ResponderEliminarPues mira, ese libro fue un motivo más para que me dedicara a esto!! Mil gracias preciosa.
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